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domingo, 23 de agosto de 2015

Llevo puesto tu collar ^ ^

Llevo puesto tu collar. Tu collar que me regalaste, que no tiene sabor a cadena ni a mentiras, que es sincero sin ser ostentoso. Collar que tiene aroma a tu esencia, con clase pero sencillo en el fondo.
Llevo puesto tu collar, un collar que muestra la unión de dos mundos, que  en algún momento puede llegar a probar que con quererse basta, que con un sin fin de caricias entre sabanas podemos ser espectadores de la mayor cantidad de amor y sonrisas tímidas que esconden una explosión de felicidad.
Llevo puesto tu collar, que me hizo de balsa en el mar de incertidumbres en el que me encuentro, que me hace de abrazo cuando cariño me falta. Un collar que pesa, pero pensar en sacármelo me aprieta el alma, porque con el solo pensar en llevarlo conmigo siempre me hace verme como una niña enamorada: idiotizada por el simple hecho de imaginar.
De pronto me falta el aire de creer que sentirme feliz y amada es posible, me ahogo con el simple hecho de sentir y saber que algún día terminará, terminará de pronto y sin motivo, como aquellos otros que me miraron a los ojos profundamente y sin escrúpulos ni consciencia hirieron un pedacito de mi.

Pero no esta en mi nuevo yo volver a las malas actitudes y viejos dolores, sino recordarlos y dejarlos ir… Para así finalmente, llevar aquel collar con orgullo y seguridad.


miércoles, 5 de agosto de 2015

Reporte matutino de una vida de desencuentros.
A veces y cada tanto las cosas no funcionan, no solo que no funcionan sino que se descomponen, se descomponen al punto de sentir aquel aroma a kilómetros de distancia, eso se plasma en nosotros, ese aroma a fracaso y tristeza nos persigue para quedarse en nosotros, es depende de la fortaleza de nuestro interior la cantidad de tiempo que permanezca en nosotros. Pero he aquí un enorme problema, ¿qué si el dolor y la tristeza no quisiera quedarse en nosotros? Simplemente, como producto de las mayores de nuestras tristezas, quisiera ir y venir, perseguirnos para siempre, ser aquella espina clavada que no tendría intenciones de salir. ¿Es que acaso la única forma es que mi cuerpo por motus propio decida expulsar tal agonía distribuida en pequeñas y punzantes partes?
¿Qué si jamás pueda olvidarme de aquello? ¿Qué si dejé que los recuerdos equivocados se apropiasen de mi? ¿Qué si disfruto de cada recuerdo aunque sea un simil acto de masoquismo?